Gran parte de los alimentos que consumimos están en manos de unas pocas multinacionales. Son marcas diferentes, con estéticas distintas que dan la sensación de no tener nada que ver entre ellas. Sin embargo, cuando investigas un poco, llega la sorpresa: siempre aparecen las mismas caras.
Leemos en The Guardian que no solo dominan el mercado, también toda la cadena productiva: desde semillas y fertilizantes hasta mataderos.
Los seres humanos comemos varias veces al día, por lo menos los afortunados, y la industria es consciente de ello. Si una empresa controlara el mercado alimentario, tendría millones de clientes fijos y dependientes.
Con la disculpa de “alimentar al mundo” modifican genéticamente semillas para que aguanten mejor los pesticidas y de paso para que no se puedan utilizar en las siguientes cosechas. Así todos los años hay que pasar por caja, a por semillas y a por pesticidas. Negocio redondo.
¿Por qué no crear semillas que sean más resistentes a las plagas sin necesidad de pesticidas y que se puedan usar de un año para otro? Perdón por la pregunta estúpida.
Los agricultores se hacen dependientes de estas empresas, ya que no hay muchos más compradores. Tienen que pasar por el aro y aceptar precios injustos porque si no, no venden.
Esto puede llevar a tener que sacar la máxima productividad, quizá con más pesticidas, sin rotaciones en la tierra, quizá con semillas transgénicas cuando estén permitidas, lo que cada vez va a generar más problemas medioambientales y sociales.
Y nosotros les compramos sus productos sin comprender que les estamos dando el control sobre nuestro cuerpo. Somos lo que comemos.
A estas empresas no les importa ni nuestra salud (en ese caso retirarían muchos de sus productos del mercado), ni los agricultores, ni los problemas medioambientales, solo aspiran a tener cada vez mayores beneficios.
No podemos dejar algo tan fundamental como nuestra alimentación en manos de unas pocas multinacionales.
Puede que no podamos mudarnos al campo ni ser autosuficientes, pero sí hay cosas que están en nuestras manos, desde plantar un minihuerto en el balcón a pedir cestas de fruta y verdura locales, comprar en mercados de abastos, mercados de agricultores, tiendas de barrio, cooperativas… Y adquirir lo máximo posible sin envasar. Es la única forma de asegurarnos de que en un futuro la industria no decida por nosotros cómo alimentarnos.
3 comentarios
Interesante reflexión, estoy muy de acuerdo en que debemos apostar por el comercio local y los productos ecológicos de proximidad. Seguimos en la onda!
Saludos!
¡Hola Alessandra!
Así es, además crea una economia más solidaria y sostenible.
Gracias por tu comentario
¡Un abrazo!
Unos conocidos míos de Almería el año pasado dejaron sus olivares sin recoger precisamente porque las multinacionales estiran los precios hasta el punto que a penas cubre costes. Ojalá nos demos cuenta de que estamos matando un sector entero