Cuando le comenté a Patri que habíamos quedado con el Grupo Naturista Mavea para arrancar plantas invasoras lo primero que dijo es que ella no pensaba arrancar ninguna planta.
En realidad, “¿a una persona que le apasiona la naturaleza le puede gustar arrancar plantas? También tienen derecho a la vida las pobres plantas inmigrantes”, pensé.
El caso es que fuimos a la “arrancada” nada convencidos sobre dónde nos estábamos metiendo.
De camino a la playa Alejandro, miembro de la junta directiva de Mavea, nos informó que íbamos a arrancar Oenothera glazioviana, una planta de la familia de las onagras.
“¿Es de la qué se saca el aceite de onagra?“ Pregunté yo, pensando que además íbamos a arrancar plantas con propiedades terapéuticas.
Nos comentó que no, que son de la misma familia, pero que se trataba de otra variedad.
Tras unos minutos charlando con Alejandro, nos dimos cuenta de lo desinformados que estábamos sobre este tema y de lo peligrosas que pueden ser las plantas invasoras.
No son unas pobres plantas que puedan convivir con las autóctonas, sino que se acaban cargando a las plantas autóctonas y produciendo una pérdida tremenda de biodiversidad. O ellas o el resto.
En Asturias siempre que mencionas la palabras “plantas invasoras” responden “plumero”. El plumero de la pampa es la planta invasora más popular, quizá porque es muy fácil de identificar y está por todos lados.
Los plumeros se tienen que utilizar métodos químicos, para la onagra no, es suficiente con las manos de unos voluntarios como era el caso.
Tras explicarnos cómo arrancar las plantas eficientemente, nos dijo que ya habían hecho varias arrancadas en esta zona, que quedarían unas 2.000 plantas y que en esa jornada íbamos a “acabar” con ellas.
“¿2.000?” A mi no me salían las cuentas. Éramos menos de 20 personas, ¡tocábamos a más de 100 por persona!
Oye, pues nos cundió. Yo no sé si llegué a arrancar las 100 que me tocaban, pero si no, me quedé cerca. Una vez que empiezas te vas picando y vas cogiendo el gustillo a arrancarlas.
Eso sí, pidiéndole disculpas a las pobres plantas, ya que ellas no tienen la culpa de haber acabado allí.
Al final, había más plantas de las que pensaban y no nos dió tiempo a arrancar todas, quedó pendiente una nueva jornada.
Alejandro nos comentó que ya llevaban mucho tiempo trabajando en estas dunas, que requiere mucha constancia, y que nunca se pueden erradicar del todo. Siempre hace falta volver a hacer pequeñas batidas.
Te dejamos aquí el video que hicimos con la entrevista a Alejandro, que explica todo mucho mejor que nosotros: