¡Llevamos más de dos meses recorriendo a pie la costa de la península!
Antes de salir teníamos claro que caminar distancias largas e intentar después hacer algo productivo iba a ser complicado. Sobre todo, si al llegar al destino te espera un albergue o una tienda de campaña.
Con más de veinte kilómetros en las piernas y una mochila pesada en la espalda, cualquier excusa es la perfecta para tumbarse en la cama o en el suelo de la tienda: no hay sitio para sentarse en ningún lado, no hay cobertura, hay mucho ruido, está lloviendo, con esa música no me puedo concentrar…
Y si se alinean los astros y las circunstancias son las perfectas queda la excusa de siempre: “estoy agotado” (que suele ser verdad).
Algunos días nuestro recorrido ha coincidido con el Camino de Santiago del Norte. Esos días suele salir nuestro yo malvado y criticón (el que siempre está acechando cuando uno está muy cansado): “Que fácil es así, fíjate, solo tienen que caminar y se olvidan de todo”.
Hasta nos ha dado envidia ver a los peregrinos con comida en envases desechables, como las ensaladas que vienen en un bol de plástico duro: “ ¡ja!, así cualquiera, que sencillo lo tienen”.
Jajaja, que conste que no tenemos nada en contra de ellos, nos parece fantástico hacer el Camino de Santiago. Es el cansancio que aturde a la parte “zero waste” de nuestro cerebro.
Además, comer no resulta fácil cuando tienes el presupuesto ajustado, eres vegetariano o vegana y compras sin plástico: “¿A ver qué comemos hoy? Pues yo creo que por no variar podemos comer un par de tarros de garbanzos.”
Los garbanzos son mi comida, pensaba que nunca me podría cansar de ellos. Iluso.
Deberíamos pedir patrocinio a una marca de legumbres. Y a una de chocolate. Esa es nuestra dieta: garbanzos y chocolate (no te preocupes que no los mezclamos).
Tengo que decir que con el chocolate todavía no he llegado al límite de mi tolerancia. Y en este caso dudo que llegue.
Además, tenemos la sensación de que la mochila cada día pesa más. Entre otras cosas porque llevamos mucho reutilizable: un tapper, botellas para el agua, cubiertos, una maquinilla de afeitar… ¡700 km nos ha costado darnos cuenta de que el metal pesa!
Por si todo esto fuera poco, en los albergues no utilizábamos las sábanas desechables que dan en algunos de ellos, poníamos una manta encima del colchón y el saco encima. Muy zero waste nosotros, hasta que unos habitantes de esas mantas se vinieron con nosotros de viaje: las chinches.
Nos acribillaron. Estuvimos unos cuantos días que nos picaba todo el cuerpo. Y picar se queda corto, tendría que haber otro verbo para ese tipo de escozor.
Menos mal que no les gusta ni el jabón ni el sol. Al lavar los sacos de dormir desaparecieron, o murieron ahogadas, que se yo, pero no les deseo nada bueno.
Desde entonces cuando vemos una manta en un albergue nos suben las pulsaciones cardiacas. No las tocamos ni con un palo. Y sí, ahora usamos las sábanas desechables cuando no hay otra opción (no sin dolor).
Bueno, realidad y bromas aparte, estamos disfrutando mucho del camino. Empezamos muy acelerados y, poco a poco, todo va cogiendo su ritmo. Sin parar, pero sin agobios.
Además, caminar por esta costa es una auténtica pasada. No nos cansamos nunca de mirar los acantilados y las playas que aparecen por el camino.
Hemos hecho muchas entrevistas, investigando los residuos que nos encontramos en las playas, limpiado muchas playas, participado en dos limpiezas organizadas, en una arrancada de plantas invasoras, dado una charla, salido en un motón de medios de comunicación y conocido a muchas personas que tienen mucho que aportar.
Poco a poco, empezaran a salir más videos con las entrevistas y resúmenes del viaje en nuestro canal de YouTube y ojalá arranque para ayudarnos a costear el viaje.
Aún así, te agradeceríamos que nos contaras qué es lo que te gustaría ver por aquí: más entrevistas a científicas, activistas o personas anónimas que están trabajando con algún proyecto medioambiental, que habláramos más de las zonas por las que pasamos, más nuestra experiencia personal, trucos y consejos…
En fin, nos encantaría que participaras en esta aventura y para ello nos vendría genial saber tu opinión.
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A ver si así podemos comer menos tarros de garbanzos y vuelvo a cogerles el gusto.