Los tapones son uno de los objetos más comunes que se encuentran en las limpiezas de playa. En la Unión Europea son, concretamente el quinto objeto más común.
Uno de nosotros caminando por la playa llegó a recoger 98 tapones en apenas 1,5 kilómetros. Y sin rebuscar, simplemente siguiendo la línea de la playa. Sin duda, los tapones están por todos los lados.
Para reducir su pérdida en el medio ambiente, desde julio del año 2023 en la Unión Europea es obligatorio que los tapones permanezcan unidos a los envases.
Sin embargo, esta medida ha generado numerosas críticas por la incomodidad que supone. Por ejemplo, algunas personas señalan que al mantener el tapón unido, es más probable derramar líquido sobre la ropa, lo que consideran poco ecológico porque obliga a lavar más prendas.
Incluso un expresidente del gobierno calificó esta medida de ridícula.
El impacto de esta normativa aún está por determinarse. Durante años se ha dicho que no conviene mezclar diferentes tipos de plásticos en el proceso de reciclaje. En este caso, las botellas suelen ser de PET, mientras que los tapones son de PP o HDPE, lo que obliga a separarlos antes del reciclaje.
No obstante, dependiendo de la tecnología de la planta de reciclaje, esta separación puede realizarse tras triturar juntos la botella y el tapón. En estos procesos, el PET, al ser más denso que el agua, se hunde, mientras que el PP flota, facilitando su clasificación.
Si el tapón no está unido a la botella, su reciclaje se vuelve más complicado. En las plantas de clasificación, uno de los primeros procesos por los que pasan los residuos es el tromel, un gran cilindro rotativo perforado que se utiliza para separar materiales según su tamaño. Los objetos más pequeños suelen colarse por las perforaciones y, debido a la complejidad y el coste de gestionarlos, estos residuos suelen terminar en vertederos o ser incinerados.
Durante años, la única forma de asegurar que los tapones se procesaran correctamente era a través de las recogidas solidarias de tapones para causas benéficas. Sin embargo, esta legislación ha generado críticas porque algunos piensan que busca acabar con estas iniciativas. En realidad, el tapón aún puede separarse de la botella y recogerse de manera solidaria si así se desea.
Por otro lado, con toda la contaminación que está causando nuestro uso abusivo de plástico, esta medida puede parecer un poco ridícula. ¿No sería mucho más efectivo regular la producción de plástico y empezar a utilizar botellas retornables?
Es cierto que la transformación de nuestra sociedad no ocurre de la noche a la mañana. Un cambio sistémico como el que necesitamos es complejo. Pero, si algo tan sencillo como esta normativa ha generado tanto rechazo, ¿qué reacción provocaría el cambio profundo y estructural que realmente necesitamos?
Los tapones son otro objeto de nuestra arqueología moderna. Sin duda los arqueólogos del futuro van a flipar con la cantidad y variedad de tapones que estamos dejando en el entorno.