Tu basura lleva tu nombre

¿Qué se puede encontrar en una playa?…. Bombillas, fluorescentes, aparatos limpiacristales, tarjetas de telefonía móvil, cápsulas de café, blísteres de medicamentos chinos, cds, mascarillas de quirófano, aplicadores de tampones, sprays de espuma de poliuretano, tuberías, transmisores de radio, neveras, sacos de pienso de caballo, bolsas llenas de basura abandonadas, chanclas, zapatos, botas, gorras, tapers, todo tipo de envases de comida, cucharas, tenedores, vasos, botellas de refrescos, botellas de agua, botellas de yogures líquidos, botellas de detergentes, botellas de cosméticos, bolsas de todo tipo, globos, guantes, cubos, pelotas, cepillos de dientes, palas, botes de desodorante…

Toda esta basura tiene un dueño con un nombre. Y ese nombre muchas veces es el nuestro. Nuestra responsabilidad no acaba cuando las cosas dejan de sernos útiles, o dejaron de atraernos o de gustarnos, porque quizá ni siquiera nunca llegaron a sernos útiles. Nuestra responsabilidad empieza antes de adquirirlas. Antes de comprar nada deberíamos pensar si realmente lo necesitamos. Y si la respuesta es sí, optar por productos de larga duración lo más respetuosos con el medio ambiente posible.

¿Hasta dónde llega nuestra responsabilidad? Hasta que se desintegren todos los residuos que dejamos en el planeta. Ni más, ni menos.

La basura es un problema y es un problema de todos, pretender o aspirar que las autoridades lo resuelvan es una utopía.

Se calcula que cada año ocho mil millones de toneladas de plástico acaban en los océanos, sumándose a todo los residuos plásticos que ya acumulan. En el mar se fragmentan en partículas cada vez más pequeñas, pero no, no desaparecen.

Por favor, no dejes tu nombre en el océano.

“Podemos mover la basura, cubrirla, arrojarla al océano y darnos la vuelta, pero todo está conectado. No va a desaparecer” Sylvia A. Earle.