Hace unas semanas, un compañero de trabajo comentó orgulloso que había comprado en una tienda online china unos auriculares por 0,80 € con envío incluido. El único sorprendido ante ese comentario fui yo. Pero, ¿cómo es posible que desde China te envíen un producto directamente a tu casa por menos de 1 €? Costaría más enviártelo por correo ordinario desde mi casa a la tuya, dentro de la misma ciudad, ¡y sin contar el coste del producto!, le dije. Ya, contestó, es porque el pedido tarda entre 2 y 4 semanas, se esperan a rellenar contenedores grandes y así abaratan mucho los precios. Yo estaba boquiabierto, me parecía algo de lo más surrealista, pero al mirar alrededor y ver la cara de indiferencia del resto de mis compañeros comprendí que debía de ser algo de lo más habitual.
No insistí mucho más en esta conversación porque sé que soy una persona desfasada en algunos temas (y las gangas es uno de ellos, nunca se me ha dado bien buscar los mejores precios, ni ir a comprar en rebajas, ni siquiera de segunda mano, me resulta soporífero), pero por dentro me seguía remordiendo. Unos simples auriculares están compuestos de plástico, metales, goma y muchos otros materiales que no se ven a simple vista, ¿cómo es posible ese precio? Y sobre todo, ¿cómo puede ser que a nadie se cuestione esto?
Imagina, sólo para el plástico que llevan ha habido que extraer petróleo, refinarlo, solidificarlo hasta convertirlo en gránulos, transportarlo a las fábricas de plástico, añadir los aditivos necesarios según las características que que se requieran (elasticidad, durabilidad, color…), darle forma, procesarlo y transportarlo de nuevo. Y con el resto materiales ocurre lo mismo, procederán de países distintos y se habrán llevado a otras fábricas para producirlos. El petróleo podría extraerse en Oriente Medio, los metales quizá en Zambia y las fábricas puede estar en distintas regiones de China. Hay que juntar todas las diferentes piezas, empaquetarlo y llevártelo hasta la misma puerta de tu casa, por ¿0,80 €? Esta claro que algo falla, a mí por lo menos no me salen las cuentas.
Curioseando un poco en internet sobre el precio de algunos productos de plástico hemos encontrado bolsas de plástico camiseta (30 x 40 cm) a 0,0078 € la unidad, pajitas a 0,009 € y vasos desechables a 0,01 €. Pero no hay que irse a páginas web chinas para ver precios similares, en supermercados cercanos encontramos los vasos a 0,04 € la unidad, cucharas a 0,03 € y platos a 0,05 €. No hay ninguna duda, el plástico es barato.
Tenemos que reconocer que esto tiene grandes ventajas. El plástico un material de lo más democrático, ha conseguido acercar a la mayoría de la población productos que antes eran inaccesibles, y eso es fabuloso. Ha hecho nuestra vida mucho más cómoda y ha evitado que utilicemos materiales más problemáticos, como el marfil.
Pero, como tendemos a valorar las cosas por su precio, a lo barato no le damos importancia. No nos preocupamos lo más mínimo por ello, “total, si sólo me costó…” Éste es motivo suficiente para desechar algo que está en perfecto uso. Nadie se suele plantear lo que ha habido antes de que ese objeto llegara a sus manos, ni lo que habrá después, únicamente piensa en los euros (o céntimos) que ha pagado por él.
Sólo hay que ir a alguna fiesta en la que se utilicen desechables para comprobarlo. Si al coger un vaso van dos juntos a nadie le preocupa, si alguien no se acuerda cuál es su vaso coge uno nuevo y fin del problema, lo mismo con el plato. Hemos visto cómo al acabar una fiesta tiraban a la basura platos, vasos y cubiertos que estaban sin tocar por no guardarlos. Por el precio que tienen no merece la pena que ocupen espacio.
Ésa es nuestra forma de comportamiento ante las cosas de poco precio. No las valoramos ni las tenemos en consideración. Y es un problema, el plástico se caracteriza por ser material muy resistente y duradero y su bajo coste no cambia estas características. Debería utilizarse únicamente para producir productos de larga duración, pero su precio asequible ha hecho que su uso cada día se extienda más y más y sobre todo para productos de usar y tirar.
Como dice Susan Freinkel en su libro El plástico, un idilio tóxico, «Tomamos sustancias naturales creadas a lo largo de millones de años, las convertimos en productos diseñados para un uso de unos pocos minutos y después se las devolvemos al planeta en forma de basura concebida para que no desaparezca jamás».
¿Es el plástico demasiado barato? Nosotros creemos que sí y mientras lo siga siendo va a resultar complicado se valore. No estamos pagando por su valor real, no pagamos por los recursos limitados necesarios para producción, por los tóxicos y contaminación que genera la fabricación y transporte, ni por todos los daños que los residuos van a causar durante cientos de años van a causar a nuestro planeta. Estamos creando una deuda que nos va a ser imposible pagar.
2 comentarios
Buen planteamiento: el problema del precio de los productos de plástico es que no incorporan todos los costes, algo relacionado con la propiedad del necio confundir valor y precio. La cuestión es que hemos inventado los sistemas ampliados de responsabilidad de los productores, que deberían internalizar estos costes ambientales -al menos en la parte de residuos- pero no parecen estar suficientemente ajustados: mientras los propios fabricante sigan decidiendo el coste de poner los plásticos en el mercado, sin incluir costes sociales y ambientales, estamos condenados a comérnoslos (en forma de pescado).
No quería entrar en el pecado de las compras chinas -del que no estoy libre-, pero posiblemente los auriculares son un excedente de producción que no puede comercializarse con una determinada marca vendida con un inmenso margen de beneficio, o simplemente no han pasado el control de calidad requerido por el distribuidor oficial y por eso, con una justicia poética inigualable, acaban en casa de tu compañero a tan bajo precio en vez de estar camino del vertedero o la incineradora donde deberían estar. Si cuando dejen de funcionar correctamente, en caso de que lo hagan, acaban en un punto limpio, habremos conseguido algo, a pesar de todo.
Un saludo y gracias por darle caña al plástico.
¡Hola Alberto!
Debería de existir una legislación más fuerte que de verdad controlara estos precios y que invirtiera parte del dinero en intentar solucionar los problemas que causan en el medio ambiente. Bueno, en realidad esa misma legislación debería de tomar el control de los productos antes que salgan al mercado y, como mínimo, comprobar que su reciclaje es sencillo y que puede tener varías vidas, pero no va a ser nada fácil que ocurra esto. Qué te vamos a contar que tu no sepas.
No habíamos pensado en lo que nos comentas sobre las compras chinas. La verdad es que da miedo pensar en lo gigantescas que deben de ser las producciones actuales y en los desechos y excedentes que pueden generar. ¡Qué fuerte! Comprar estos productos podría ser una buena opción para darles salida y que no acaben en el vertedero sin tener antes una vida útil, pero también es un manera de apoyar que este tipo de producción siga siendo rentable. Nosotros no queremos alimentar a ese monstruo.
Ya me aseguraré que mi compañero cuando se canse de sus auriculares (espero que no los haya tirado ya) los lleve en punto limpio.
Muchas gracias a ti por darle caña a otros temas más complejos.
¡Un abrazo!